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Image by Alessio Fiorentino

Contexto teatral: Coliseo Ramírez

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Óleo de Luis Núñez Borda, publicado en: Bogotá 1538-1938. Homenaje del Municipio de Bogotá a la ciudad en su IV Centenario.

El virrey Pedro Mendinueta fue informado sobre la situación del coliseo santafereño cuyo propietario, Josef Thomas Ramírez, no tenía recursos para sostener el teatro, por haberse declarado en quiebra un tiempo atrás. Nombró al oidor decano Juan Hernández de Alba para que realizara una temporada teatral. Este encargo no causó extrañeza, pues Hernández de Alba había ejercido como censor, años atrás, cuando se inauguró el coliseo Ramírez.

Hernández de Alba cumplió el mandato, organizó una Junta del Teatro y abrió una suscripción o abono por “cien acciones de a cincuenta pesos cada una”. Cada acción se podía pagar en dos contados: una parte al inicio de la temporada y la restante en la mitad de esta.

El virrey fue el primero en suscribirse. Compró cuatro acciones; con igual número se comprometió su mayordomo, José María Mallarino y Vargas. El mismo Hernández de Alba compró dos acciones. El ejemplo fue seguido por todos los miembros de la audiencia, altos empleados civiles y militares y otras personalidades. En total se vendieron noventa y siete acciones.

Junta del Teatro

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Presidente: Juan Hernández de Alba
Secretario: Ignacio Sánchez de Texada
Tesorero: Lorenzo Eugenio Marroquín de la Sierra
Interventor: Juan Francisco Sarabia 
Asentista del coliseo: Josef Thomas Ramírez, encargado de dirigir y administrar el teatro, y asistir a los ensayos.
 

Elenco artístico

Se tendrán en cuenta solamente los artistas que se nombran en el manuscrito de cuentas, o que están confirmados en otros documentos primarios. Las fuentes secundarias no coinciden en sus nombres e incluyen personal técnico dentro del artístico. 

Varios de estos artistas estuvieron desde la apertura del coliseo, lo cual hace suponer que vivían en Bogotá o cerca a esta.

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Nicolasa Villar, primera dama y cantarina
María del Rosario Afanador, segunda dama, quien tenía una hija y, según la contabilidad, esta última intervino en varias funciones.
José Manuel Barón, primer gracioso y cantor. Este actor debía ser popular y querido por su público puesto que, en la contabilidad de la temporada, en dos ocasiones se le nombra con el diminutivo: “Baroncito”. 
Tomás Ruiz, segundo gracioso. Es posible que, además, fuese el director o encargado de la compañía.
Josef Domingo Afanador, papeles varios.
Peluquero de la temporada: José Callejas

Procedente de Cartagena de Indias llegó el actor Fermín Castellón, acompañado de sus dos hijas: María del Campo y María Antonia Castellón, quienes posiblemente actuaban. Según la contabilidad, una de ellas intervino en varias tonadillas. Este género corto era cantado y, según el libreto, podía tener recitado y baile. La tonadilla escénica sustituía el sainete o cualquier otra pieza breve cómica. 

Castellón era invidente y en las cuentas se le nombra como el “ciego” o el “ciego Fermín”.

Al igual que Castellón, varios artistas debieron llegar de otras ciudades, atraídos por la apertura del teatro. Se citan en otros documentos los nombres de Vicente Mendoza, Carlos Chaparro, Gregorio Gómez, Bartolomé Heredia y Francisco Vivero; sin embargo, se requiere todavía confirmación. 
 

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Es posible, como se ha afirmado tantas veces, que Rafaela Isazi, la Jerezana, esposa de José María Lozano González, segundo marqués de San Jorge, y María de los Remedios Aguilar, la Cebollino, esposa del teniente coronel e ingeniero español Eleuterio Cebollino, hubiesen intervenido en esta temporada y en funciones privadas, actuando y cantando tonadillas, boleros y seguidillas. Las anécdotas hablan de sus respectivas voces, gracia y belleza física; en especial se refieren a la Cebollino que fue muy popular entre los santafereños. En todo caso, no eran actrices de profesión, su condición social no se los permitía y tampoco figuran en la contabilidad, dado que si intervinieron en funciones públicas fue gratis et amore.  A estas dos damas se suman otros aristócratas aficionados, como Andrea Manrique y el inglés Charles Burman; pero, tienen la misma condición de la Jerezana y la Cebollino. 

Para más información sobre el coliseo Ramírez, véase su historia en el siguiente enlace

Miguel Cortés, el Florentino

Miguel Cortés, el Florentino, realizó ocho funciones en el coliseo Ramírez, entre el 16 de julio y el 3 septiembre de 1797. Como se puede leer en el cuaderno de cuentas, el gasto de luces durante sus presentaciones era superior al que requería cualquier función teatral. Según el esquema espectacular de ese entonces, su participación se debía dar al final de la representación teatral.

Según la documentación que reposa en el Fondo Policía del Archivo General de la Nación, la primera noticia que se tiene del Florentino es en Mompox, el 25 de enero de 1797, cuando se le autorizó a seguir su viaje a la capital junto con su compañía. Por esta licencia oficial se sabe que era una “compañía de volatines compuesta por cuatro personas y un muchacho”, según lo anotó el funcionario.

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La segunda noticia data del 4 de marzo de 1797, escrita en Honda, puerto que había empezado a adquirir importancia en ese siglo, puesto que por allí entraban las mercaderías para el virreinato. Se trata de una carta firmada por el mismo Cortés, en la que “suplica” se le conceda licencia para presentarse en el coliseo de la capital, con los precios que él estipula: “para las entradas cada hombre ha de pagar cuatro reales, a cada puerta, inclusive sin asiento, las mujeres a tres reales y los muchachos a dos reales […]” y así continúa estipulando cada una de las localidades del teatro. Su justificación es la siguiente: “siendo estos los precios más ínfimos y graciables al público que puedo poner, para sacar los costos tan crecidos que tiene una función con otra, y ver si puedo tener alguna utilidad por premio de los trabajos padecidos en el penoso viaje a esta capital […]”. Termina su carta con las formalidades del caso.

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La respuesta del 29 de marzo dice que los costos de entrada y asientos que él piensa cobrar “es exorbitante en toda clase de personas de ambos sexos y no la puede sufrir una ciudad pobre como esta, destituida de todo comercio activo que le pudiera compensar estos gastos y salidas de dinero”. El Síndico Procurador General le propone unos precios, de acuerdo con experiencias anteriores, más aún, teniendo en cuenta que su espectáculo es circense y no de teatro.

Más adelante, en abril 8 se le concede al Florentino autorización para presentarse y se le estipula que debe arreglar con la compañía de cómicos todo lo relacionado con la taquilla, sin exceder los precios que el Síndico Procurados estipuló en su carta. Agrega, además, que no podía comenzar funciones antes del domingo de Pascua y debía pagar si se causaba algún estropicio en el escenario durante su temporada.

El Florentino se marchó de la ciudad después de presentarse ocho veces en el coliseo. Es posible que antes de llegar a Santafé y después de su despedida, se hubiese presentado en las poblaciones por donde pasaba.

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Teatro Maldonado. Grabado de Antonio Rodríguez. Publicado en: Papel Periódico Ilustrado, 1885.

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